Durante el 50° Congreso de SOCHIPA -realizado entre el 12 y el 14 de noviembre- destacados especialistas internacionales compartieron tendencias, desafíos y oportunidades para el sector con los asistentes., entre ellos académicos, investigadores, estudiantes y representantes del sector.

En estas entrevistas exclusivas realizadas por ChileCarne, los expertos profundizan en los factores que impulsarán la competitividad global, los riesgos sanitarios emergentes, el rol estratégico de la bioseguridad y las claves para un desarrollo sostenible del sector porcino y avícola en Chile y la región.

Entrevista Brett Stuart, Presidente de Global AgriTrends (Estados Unidos)

Economista y MBA, presidente de Global AgriTrends, firma líder en análisis y pronósticos agrícolas. Fue economista de la Federación de Exportaciones de Carne de Estados Unidos, donde desarrolló estudios de comercio internacional en proteínas animales. Ha asesorado a multinacionales, farmacéuticas, exportadores, bancos y organismos gubernamentales, consolidándose como una de las voces más influyentes en mercados agroalimentarios globales.

-En su presentación ofreció una mirada global del sector pecuario. ¿Cuál considera que es la tendencia mundial más decisiva que Chile debe observar en los próximos años?

La tendencia más determinante es el crecimiento acelerado de la demanda global por carne y aves. En la próxima década, la población aumentará en cerca de 800 millones de personas y, junto con ello, crecerán los ingresos. Cuando ambas variables suben, la demanda de proteínas se incrementa. Proyectamos que el mundo necesitará alrededor de 62 millones de toneladas adicionales de carne y aves. Esto obliga a los países productores a ser más eficientes, productivos y capaces de expandirse.

-Desde la perspectiva internacional, ¿qué factores macroeconómicos y sanitarios están impulsando los principales cambios del comercio global?

Las enfermedades son un factor crítico y su impacto crece a medida que aumenta el comercio internacional, que superará los 110 mil millones de dólares en 2025. Muchas regulaciones se diseñaron hace más de una década y ya no reflejan los riesgos actuales. Por eso la regionalización es indispensable: un país no debería cerrar completamente su comercio ante un caso aislado. Para Chile -que exporta cerca del 60% de su producción porcina- un evento sanitario mayor podría paralizar el sector, por lo que modernizar normas y fortalecer el análisis de riesgo es urgente.

– ¿Qué oportunidades y riesgos identifica para Chile en términos de competitividad?

Chile es altamente competitivo: produce con eficiencia, calidad y capacidad de reacción. La principal oportunidad está en capturar parte del crecimiento de la demanda global. El mayor riesgo sigue siendo sanitario; un evento crítico podría detener las exportaciones. Por eso la bioseguridad y la regionalización no son recomendaciones: son un requisito estratégico.

-¿Cómo proyecta la evolución de China como actor central del mercado porcino?

China seguirá siendo el principal importador mundial, aunque sus patrones de consumo están cambiando. Las generaciones más jóvenes incorporan más vacuno, pollo y productos del mar. Actualmente existe una sobreoferta interna que genera pérdidas, pero el mercado se ajustará. Aun así, la demanda continúa superando la oferta doméstica, manteniendo su necesidad de importar.

– ¿Qué lugar ocupan hoy la sostenibilidad, el bienestar animal y la huella de carbono?

Son factores ineludibles. Existen dos caminos: uno basado en impuestos, restricciones y regulaciones; y otro en el que las empresas se adaptan a lo que exigen los consumidores. Este último funciona mejor porque promueve innovación y flexibilidad.

Chile tiene una gran historia que contar: es un país limpio, con recursos valiosos y un sector porcino y avícola responsable. Debe comunicarlo con mayor fuerza para capturar valor en los mercados internacionales.

– ¿Qué papel jugarán la tecnología y la innovación en el futuro del sector cárnico global?

Serán fundamentales. Los avances en genética, sanidad, eficiencia alimentaria, manejo y trazabilidad permitirán producir más con menos recursos, que es la base de la sostenibilidad. En este escenario, Chile tiene un futuro muy favorable: cumple altos estándares, es competitivo y demuestra una rápida capacidad de adaptación.

 

Entrevista Marcelo Medina Osorio, Director de Relaciones Institucionales, Asociación Brasileña de Proteína Animal, ABPA (Brasil)

Con una trayectoria de 25 años en empresas como Cargill y Mars, ha liderado políticas de compras y origen en Sudamérica. En ABPA encabeza el vínculo institucional con los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Fue asesor especial del Ministerio de Agricultura y participó en equipos de transición gubernamental representando al sector avícola y porcino.

– ¿Cuál fue el principal factor que impulsó el desarrollo sostenido del sector avícola y porcino en Brasil?

El crecimiento del sector se apoyó en una combinación de ventajas competitivas muy sólidas: amplia disponibilidad de tierra y granos, mano de obra calificada, un clima favorable y condiciones que permiten altos niveles de eficiencia productiva. A esto se suma una fuerte articulación público–privada y un enfoque estratégico de largo plazo que facilitó inversiones, innovación y expansión exportadora. Esa base estructural fue determinante para consolidar a Brasil como un referente regional y global.

-¿Qué políticas públicas fueron clave para fortalecer la competitividad del agronegocio?

El Estado comprendió que el sector privado avanzaba rápidamente y orientó sus esfuerzos a gestionar riesgos y facilitar el desarrollo industrial, sin interferencias excesivas. El sector es maduro y responsable, y asumió ese protagonismo con fuerza. Esta combinación -Estado facilitador y empresas responsables- fue determinante.

– ¿Cuál es la prioridad estratégica para América Latina en bioseguridad, sostenibilidad y bienestar animal?

Las tres dimensiones son esenciales y están interrelacionadas, pero la bioseguridad debe ser la prioridad número uno. Es la primera línea de defensa: evita el ingreso y circulación de patógenos, reduce brotes y asegura la continuidad productiva. A partir de allí es posible avanzar hacia modelos sostenibles, con menor pérdida sanitaria, mejor eficiencia y menor huella ambiental. Una buena bioseguridad mejora directamente el bienestar animal y responde a las exigencias internacionales de trazabilidad, inocuidad y manejo responsable.